Miguel es de Andalucía y desde hace algunos años tiene un precioso huerto en una de esas comisuras urbanas desvaídas y opacas. Él, como tantos hombres y mujeres, emigró a Barcelona en la década de los años 60 en búsqueda de mejores condiciones de vida. Dejó así sus cálidas tierras del Sur para vivir en una ciudad de la periferia gris y estigmatizada en la que, pese a todos los obstáculos, pudo construir un futuro para sí y su
familia.
Hoy Miguel está disfrutando de su jubilación y de ese espacio verde que ha logrado cultivar pese a la enorme presión urbana que se cierne sobre él. Así, no obstante los planes urbanísticos de los ayuntamientos a los que pertenece ese territorio marginal y oxidado, con cada estación puede ver crecer habas, lechugas, tomates, acelgas, patatas, pimientos... y oír cantar a sus pájaros y también recomponer su espíritu a veces maltrecho como los edificios de hormigón de su ciudad.
Miguel podría ser uno de los personajes de la película que Javier Requeña y yo empezamos a rodar mañana. Un documental sobre esos intersticios urbanos en los que encontramos parcelas de resistencia y de esperanza pese a las amenazas urbanísticas de los ayuntamientos que quieren "limpiar", "ordenar", "sanear" esos territorios; que los quieren someter al imperio absoluto de una polis perversa que no piensa en el bienestar de las personas sino en la especulación, en el ordenamiento enajenador, en hacer profilaxis urbana para beneficio de unos pocos.
Aquí van algunas imágenes del huerto de Miguel.
Texto: Martha Cecilia Cedeño Pérez
Fotos: Marthacé
¡Si que implica mucho trabajo, dedicación y cariño!
ResponderEliminarLas fotos estan bellísimas.