lunes, 11 de abril de 2011

Hola señor, ¿tiene usted un huerto?


Maratón de visitas al huerto del metro. Por un momento, pensé que vivíamos en una vecindad. No sería muy aventurado afirmar que los huertos forman una pequeña comunidad en sí misma, a parte de la ciudad y en la ciudad misma; ahí adentro, pero al mismo tiempo, fuera.
Hoy nos hemos reencontrado con Jesús, no el bíblico, sino uno mucho más terrenal, y con preocupaciones más tangibles. Vemos a un Jesús enfadado por una plaga que ha arruinado la cosecha de lechugas (¿La versión poligonera de las diez plagas?). “Es que como yo no quiero poner nada artificial de abonos, pues esto es lo que pasa, que se me han llenado las lechugas de estos bichitos negros”-dice resignado nuestro sincero hortelano.
Jesús cumple con el prototipo de payés urbano que estamos tratando: jubilado, en los 60, emigrante de zona rural. Si realizáramos un documental sobre fauna, algo no muy descabellado por otra parte, podríamos decir que es la especie que más abunda, aunque no la única, como más adelante veremos. Fue Jesús quien nos abrió por primera vez el camino en el campo (uy, qué bíblico me pongo), quiero decir, que él fue  la primera persona que abordamos con nuestra frase mágica, “hola señor ¿tiene usted un huerto?”.
Recuerdo aquél lejano día de hace dos meses (…), como un momento en el que dos aventureros de poca monta, se adentraron en ese intersticio en el que parecía brotar una vida paralela al caos urbanístico. Entonces preparábamos el teaser del proyecto, y la intervención de Jesús fue ideal, relatándonos cómo fue que encontró ese terreno, ciertamente al límite del barranco; los problemas a los que se tienen que enfrentar con robos varios; la nueva inmigración que ocupa terrenos y tienen otro tipo de comportamientos; o su sentido de la ecología. No pudimos tener mejor comienzo.
Hoy nos ha costado convencerlo para que se deje entrevistar con más profundidad, pero hemos llegado a un acuerdo.
Segunda visita del día, a don Miguel, que ha desarrollado el tema sobre las amenazas que se ciernen sobre los huertos, principalmente, el eterno plan urbanístico para que sobrevuelen unas carreteras por encima del barranco.
Y hoy, cuando marchábamos, hemos asistido a un capítulo nuevo del proyecto. Un par de jóvenes, hijos de otro hortelano de la huerta, han decidido tener su propio huertecillo y justo hoy, comenzaban a delimitar y vallar sus metros cuadrados de hortalizas y sueños.
Sí, puede ser verdad que  nos guste poetizar lo que a primera vista puede parecer más crudo, como el trabajo de estos veinteañeros, con un cierto pasotismo y sin querer mostrar abiertamente la importancia de su pequeña conquista. Pero creemos firmemente que, mientras algunos sólo ven cómo se plantan patatas, otro veremos cómo crecerán las metáforas.
Javier Requena








1 comentario:

  1. suerte a vuestro proyecto. me encanta...un documental etnografico de pura cepa ;-) escribes muy bien, javi ;-)

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